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La rivalidad por ocupar un puesto relevante ha existido a lo largo de la historia. Hoy en día Potencias como China, Estados Unidos, Corea, e incluso la vieja Europa pugnan por situarse en lo más alto del pódium tecnológico de cara a lograr alguna forma de dominio sobre el adversario.

En este escenario de competencia casi feroz no faltan una serie de prácticas que quizá no sean legítimas al 100%. En el caso concreto de Estados Unidos y China, el pulso y la desconfianza mutua alcanzan dimensiones insólitas.

La rivalidad por ocupar un puesto relevante ha existido a lo largo de la historia. Ser el más apto, el primero, el más ágil, el más fuerte o el más inteligente ha formado parte de la selección natural que propició la supervivencia de las especies.

Lucha por la supremacía tecnológica


Esta pugna continúa viva hoy. Sin embargo, el objetivo es otro: situarse en lo más alto del pódium tecnológico de cara a lograr alguna forma de dominio sobre el adversario.

Potencias como China, Estados Unidos, Corea, e incluso la vieja Europa, se baten el cobre para que sus empresas e instituciones encabecen el ránking como proveedores de la tecnología más innovadora. No en vano, conseguir que el nombre de determinado país predomine en el sello “Made in…” se ha convertido en un desafío, al que ningún Estado quiere y puede renunciar.

En este escenario de competencia casi feroz no faltan una serie de prácticas que quizá no sean legítimas al 100%. En el caso concreto de Estados Unidos y China, el pulso y la desconfianza mutua alcanzan dimensiones insólitas. Acusaciones de espionaje industrial y de competencia desleal, revisión de aranceles y otras cortapisas al libre comercio, listas negras, denuncias por amenazas a la seguridad nacional son tristemente moneda de uso corriente, y fuente de numerosos conflictos.

Programas, estrategias y burocracia

Todos quieren ser el adalid mundial de la innovación y juegan sus cartas. En este contexto, con sus medidas proteccionistas, EEUU está asestando un fuerte golpe a la globalización, fomentando la desconfianza mutua entre regiones.

Con el propósito de afianzar su posición en el pujante mercado tecnológico mundial, y plantar así cara a su rival más obstinado, China ha puesto en marcha un programa que, conocido como Made in China 2025, persigue desplegar una serie de competencias propias que le permitan actuar independientemente en industrias tales como las telecomunicaciones (5G), la robótica o la inteligencia artificial.

Mientras tanto, el actual papel de Europa en materia de desarrollo tecnológico sigue siendo muy discreto. Tras unos años en los que las empresas europeas brillaron con luz propia en el desarrollo, por ejemplo, de redes de telecomunicaciones de la mano de multinacionales como Nokia, Siemens, Alcatel o Ericsson, la situación ahora es completamente diferente, corriendo el peligro de tornarse en el perdedor de la carrera hacia la innovación y la digitalización. Los expertos apuntan a la lentitud y a la excesiva la burocracia como los factores que estarían haciendo de Europa un mero observador en este escenario tan competitivo como decisivo.

Apoyar la innovación debe ser cosa de todos, y si realmente el propósito es alcanzar la Aldea Global con la que Marshall McLuhan nos hizo soñar alguna vez, la consigna general sería remar todos en la misma dirección, y velar porque la innovación llegue a todos los rincones del planeta.